Mochis


El calor en Los Mochis es de 37 grados a la sombra. El sol pega a plomo. Pregunto dónde me puedo echar una cheve y un tipo me dice "¿pa empedar? Allá adelante están los bares".

Me pongo un trapo en el hombro como hace la gente de aquí. Me limpio el sudor que escurre por mi cara. Son las dos de la tarde y es imposible caminar.

***

El Bar al que me meto tiene viejas mesas de madera. En la entrada hay dos rocolas que no sirven y en en fondo un dueto de acordeón y bajo sexto amenizan el día. Pido una caguama de Pacífico a un precio ridículamente barato: 25 pesos por un litro, aunque es tanto el calor que la botella se calienta en pocos minutos. En la barra se puede estar tranquilo, sin molestias. El dueño ríe y enseña los pocos dientes que tiene. Su esposa lleva caguamas a tres mesas en donde 12 hombres juegan dominó. Su esposa es guapa, pero tuvo mejores épocas. Pero la hija -una chica de unos 19 años, regordeta y que luce un pequeño vestido de flores- es el atractivo de los borrachos del lugar:

- ¡Mándame otras cheves con Isabelita! -grita uno
- Atiende a los señores, hija

Isabelita lleva una charola con cervezas y un tipo la toma de la cintura, pero ella se zafa con facilidad. Todos ríen. A Isabelita parece no importarle y se ríe también. Luego se acomoda a dos pasos de donde yo estoy, pero no volteo a verla, así que se va pronto.

Me pregunto desde cuándo aceptó ese acuerdo familiar de coquetear con los clientes para vender más cervezas.

El borracho junto a mí me hace plática, sin importarle que yo no hable mucho con él. Se apellida Gerardo, es de El Fuerte y su tío político es de San Blas: "tuvo 67 hijos" me dice "pero a todas sus esposas las tuvo como reinas".

En cierto momento entra al lugar  un hombre que parece de la familia del dueño, pues trata a todos como amabilidad. Tendrá unos 50 años, con las cejas perfectamente delineadas, cabello decolorado y se contonea al caminar. Los parroquianos le chiflan y él agradece "¡Esta noche sí me la saco!!" grita uno. Carcajadas por todos lados.

Los Mochis es una ciudad muy surrealista. Pago mi cerveza y me voy.

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