Crónicas desde Ensenada: Valle de Guadalupe




El sol cae a plomo sobre el Valle de Guadalupe. No esperas ver este paisaje. Después de manejar junto al mar por la Scenic Road, internarse al valle es como cambiar de país. Las playas y las dunas se convierten en cactáceas y después de un rato, se pueden ver las laderas de las pequeñas colinas que están cubiertas por un manto verde irregular: plantas de vid, que crecen en este clima templado y generoso, y que hacen que Valle de Guadalupe sea el principal productor de vino del país.

La distribución del Valle es sencilla: es un circuito alargado de varios kilómetros. A lo largo de este circuito, hay diferentes empresas productoras que tienen una cava abierta al público, separadas entre sí por uno o dos kilómetros. Uno va en el auto, te metes a una cava, haces la degustación y si no te gusta, te vas a la que sigue. Claro que las vinícolas no van a dejar que te vayas así como así, por lo que te ofrecen quesos, tapas y lo mejor de sus productos.

La guía de ese día fue Yvonne Arballo, maravillosa literata de Tijuana que –por lo visto– ha pasado muchas horas en este valle. Se lo sabe de memoria. Nos dio indicaciones para llegar a Las Nubes, que está justo después de El Cielo (lo juro, así se llamaban). Nos metimos entre los pequeños caminos que hay en los viñedos y por fin, a lo mejor, vimos una construcción donde nos estaban esperando.

Es decir esto:



Como en escena de película de Woody Allen, el grupo estaba compuesto por poetas, cuentistas, novelistas y editores. Madre mía. Las tablas de queso, aceitunas, tapas, agua de lavanda y las copas de vino corrían entre bromas, anécdotas y una plática animosa que no paraba.

Hacía mucho que no me sentía tan tranquilo.

Después de un rato nos movimos a otro lugar. L.A. Cetto: la vinícola más grande de la península, en donde pedimos una visita a las instalaciones. La guía nos llevó entre bodegones y tremendos barriles que contenían cada uno -nos dijo- vino para más de 17 mil botellas. Roble europeo y madera del otro lado del mundo para que la uva de la región fermente.

Lo más curioso de esta visita es que por más fotos que se intenten sacar, la experiencia de esta visita consiste en el aroma. Uno puede platicarlo, pero en un lugar donde hay decenas de barricas se siente la humedad y el olor de las uvas que atraviesa la madera. Muchos de estos barriles llevan más de 35 años utilizándose. De hecho, en estas cavas está la colección particular del señor Cetto, que es un dulce viejecillo de más de 90 años que se toma una botella al día. El frío del lugar se cuela por la ropa y pone la piel de gallina.


La ventaja de ir en grupo es que puedes tomar una degustación de vino por muy poco dinero (digamos, 100 pesos) y si compartes copas con todos los demás, pruebas de muchos vinos. Esto no es lo más gourmet del mundo (de hecho es una aberración), pero ¿cómo no compartir copas con los amigos?

Porque de eso se trata la vida :)



Comentarios

  1. Las Nubes no es la de la película?

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  2. No manches Memo estuviste en las Nubes? Se llamara asi en honor q la película o la película se habrá grabado ahí? Ya tengo tarea jaja ahorita investigo que muero de curiosidad.
    Ya te imagino dándole vaporcito a las uvas como en la peli jajaja no te creas, se que todo fue ficción :P
    Se escucha genial toda la experiencia, yo solo he podido ir a Parras a la casa Madero, esta bien pero nunca he entrado a catar nada jaja
    Saludos Memo!

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  3. No, no es la de Un paseo por las nubes. Er... Es decir: hay unas tomas abiertas en la película que sí son desde ese lado, pero los viñedos que salen en las tomas cerradas de la película estaban en California. Eso.

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