La última noche que pasé en Ensenada, Ave estaba muy cansada como para salir, así que tomé mi cartera y fui a buscar una cerveza. La cantina más famosa en Ensenada es la Hussong's, pero por ser lunes se encontraba cerrada, así que busqué alguna cervecería local que fuera más tranquila.
Decidí meterme a "El Pirata". Ni siquiera sale en los mapas.
El Pirata es una pequeña cantina decorada con motivos de beisbol. Su dueño, don Carlos, es un hombre mayor que toma cerveza Tecate roja mientras sirve a sus clientes, la mayoría de ellos locales. Me preguntó que qué hacía allí, que esa no era una cantina de turistas. Le dije que yo no soy turista. "Cómo no, si tienes los ojos de chino". Nos reímos.
Don Carlos llegó a Ensenada hace más de 40 años, de trabajo. Su primera impresión fue que allí la gente vivía muy lento:
- Fíjate -me contaba- los primeros días iba yo en el camión y escuché que decían 'Bajaaaan'. El camión se paró. Yo, que venía del DF, esperaba que alguien se bajara en seguida. Y no: se seguían despidiendo 'que te vaya bien', 'nos vemos luego'. Y el chofer se esperaba a que se despidieran ¿no es de locos?
Cuando regresó al DF, ya no se halló. No soportó el bullicio y la prisa de la capital, así que se regresó a Ensenada a vivir. Vivir junto al mar, me decía, tiene sus ventajas.
- Acá el aire siempre está limpio, hay mucho pescado ¿fuiste al Mercado Negro?
- Sí, pasé por ahí
- El Mercado Negro es nuestro mercado de pescado. Todos vamos a comprar ahí y antes te regalaban el pescado que sobraba. Yo le regalaba a mis clientes un buen pedazo de atún, que no me costaba nada.
- ¿Le gusta vivir aquí? ¿Le gusta quién gobierna la ciudad?
- Me gusta. Quien gobierne es lo de menos. La gente es buena aunque ahora hay mucho malandrín. Hay trabajo y todos nos ayudamos.
Tomé varias cervezas con Don Carlos. La gente ya se había ido y solo quedábamos él y yo, de madrugada, en esa cantina vieja. Comimos cacahuates. Él era jugador de beisbol semiprofesional, en su juventud y fue por todo el noroeste del país, pichando. También me contó que antes había mucha tortuga caguama que era muy buena para hacer caldo, pero que ya se acabó. "Se la acabó usted", le dije. "Pensamos que nunca se iba a acabar", contestó.
- Oye, ¿y ya fuiste a la Bufadora? -me preguntó
- No, mañana voy
- Está bien cerca. Es nuestro orgullo. Solo hay dos en el mundo y una la tenemos aquí, a tiro de piedra
Con la promesa de seguir su consejo, dejé esa pequeñísima cantina, de la que no tengo ninguna foto. Mejor así.
***
La Carretera Transpeninsular sale de Ensenada y va hacia la Bufadora. En el camino hay muchos puestos de tamales de maíz y de mariscos. Ensenada no es como me lo imaginaba: tiene una zona turística muy bonita –que es donde está la Marina, los barcos y la zona comercial– y más allá es una ciudad parecida a las pequeñas ciudades del Bajío, con casas de pocos pisos y mucha industria de la construcción.
La Bufadora es un géiser marino. Las olas chocan una y otra vez contra el acantilado rocoso, que se escapa por varias grietas, provocando que "bufe". Es muy sencillo llegar ahí, aunque el último kilómetro hay que sortear decenas de puestos de artesanías y comida que cuestan un ojo de la cara (por lo que es mejor llegar con provisiones).
Hay una barda para que los turistas se asomen y puedan ver cuando las olas revienten.
Algo pasa con el mar. Esa cosa que los que no vivimos en la costa no comprendemos. Ese ir y venir del agua, incesante, que hace que nos quedemos pasmados viendo cómo las olas pegan una y otra vez con la orilla. Es un fenómeno muy visible en la Bufadora: el agua se repliega, regresa con poca fuerza y no pasa nada. Después se juntan varios factores: el viento pega más fuerte, la ola regresa en armonía con la ola que ya viene. Muy pronto aprendes a distinguir cuándo va a bufar con más intensidad.
Estuvimos un largo rato viendo y escuchando la respiración del mar. Luego, desandamos nuestros pasos para regresar a casa.
Wow *o*
ResponderEliminar¿Cómo haces para que la gente te cuente tantas cosas?
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