Aunque las primeras noticias que tuvimos del virus que causa Covid19 fueron en enero de 2020, fue hasta el 18 de marzo que mis compañeros en la estación de radio se fueron. Todos agarraron sus cosas, computadoras y teléfonos, solo nos quedamos los que tenemos programa (eventualmente los otros programas también se fueron). De un día para otro mi trabajo quedó vacío y solo hemos ido unas 20 personas en diferentes horarios: siempre los mismos, siempre las mismas caras.
Los primeros días del Home Office, respeté muy bien el lugar de mis compañeros. Conforme pasaron las semanas nos dimos cuenta que esto iba para largo, así que lo hemos pasado lo mejor posible: llevamos una cafetera, galletas, a veces me duermo en alguna oficina, si necesito una pluma agarro las que dejaron abandonadas, etc.
El día de hoy cumplo 100 días así. Cubriendo a la gente que no está, trabajando al doble y durmiendo mucho los fines de semana. Pero sobre todo, yendo y viniendo en una ciudad que por momentos quedó paralizada y que está volviendo poco a poco a sus actividades.
A partir de hoy, iré comentando algunas fotos que he tomado por ahí. Un abrazo a todos.
-M.
1
Los repartidores vienen y van por toda la ciudad como un ejército. Algunos en bicicleta y los más profesionales usan la técnica de la parejita: van en una moto y mientras uno maneja, el otro se baja por el pedido. En un principio se les veía sin cubrebocas (como en la foto de arriba), pero ahora he visto que traen unos súper profesionales con filtro.
Yo pensé que las apps habían salvado la economía de los pequeños negocios durante la cuarentena, pero ya me enteré que cobran muchísimo de comisión y que con los nuevos impuestos digitales es peor: casi el 40% de lo que cuesta cada platillo. Yo la verdad nunca he pedido nada por medio de una app de delivery. Nunca, nunca. Vivo en una colonia en la que, si se me antoja una quesadilla de chicharrón, solo camino 20 metros. ¡Ja!
2
La primera y segunda semana de Abril, la ciudad estuvo casi desierta. Pensábamos que ya venía el pico de la pandemia (ja ja ja, qué ilusos, ahora que lo veo hacia atrás me da risa) y aunque teníamos muy pocos casos de contagios en el país, la gente se guardó correctamente en su casa. Los más románticos hasta cantaban "Cielito Lindo" en los balcones. A veces yo podía ir del metro a mi trabajo sin cruzarme con nadie.
Esta foto es de Circuito Interior, cerca de Reforma, a las 2 de la tarde. Los chilangos sabemos que esa zona siempre luce como un gran estacionamiento por tanto tráfico. Supongo que nunca se verá otra vez así.
3
Los primeros que resintieron la pandemia fueron todas esas personas que dependían del tránsito de gente para tener algo de dinero: organilleros, músicos, pedigüeños, etc. Pero no todos se guardaron ya que los más avispados cambiaron la manera en la que pedían dinero. En vez de tocar el acordeón, entraban al metro con un bote de gel y te ofrecían una pequeña porción a cambio de dinero. Otros más limpiaban los tubos como una manera de "sanitizarlos": sobra decir que los trapos que usaban estaban más sucios que mi conciencia, así que los dejaban peor que antes.
4
Lo primero que cerró en la Ciudad de México, fue el Centro Histórico (y fue una gran decisión, pues es donde más gente se reunía siempre). A veces me voy al trabajo en bicicleta y esta foto es de la última semana de marzo. No había nadie en la calle, ni policías, ni peatones, ni comerciantes, ni nada.
A veces me dicen que tuve mucha suerte de ver a la ciudad así. Si les soy sincero, me daba mucha tristeza. Los negocios apagados, muchas luces de la calle no funcionaron, se veía más polvo. Los indigentes se acurrucaban en los cajeros de los bancos. Sobre todo, el silencio sepulcral de no saber qué estaba sucediendo. Yo que soy un chilango de pura cepa, verla esos días era desesperanzador.
En el siguiente post les contaré de la gente que estaba en las calles.
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