Pequeños relatos de la pandemia (IV)



1
Mucho me han preguntado que porqué no me quedé en casa. La razón es esta:

En la foto de arriba sale, en primer plano, el señor Zavala, que es el operador y que básicamente mueve toda la consola. A él se le tienen que dar instrucciones de qué meter o qué va en el programa. Ese es trabajo del productor, es decir yo. Sin las dos personas no se puede. Así que decidimos que si ya íbamos a ir nosotros dos (y Miyagi, que es productor de otro programa) ya nos daba lo mismo ir los tres.

Hicimos un compromiso, entre todos nosotros, de que nos cuidaríamos lo mejor posible. También aplicó a los ingenieros de sonido. Somos una pequeña comunidad de no más de 10 personas que nos cuidamos muchísimo, porque tenemos la responsabilidad unos con otros. Y eso es lo importante: somos tan pocos que sé perfectamente si a uno le duele la cabeza o el otro se ve muy cansado. Y nos echamos la mano, sin pensarlo.

Y otra cosa súper importante: aparte de que nos cuidamos de salud, platicamos mucho. Cómo nos sentimos, cómo está nuestra familia, qué tipo de ansiedad tenemos. Eso nos ayudó a mantener la salud mental. Aprendimos a expresarnos 😊 El secreto es platicar.



2
Un día estaba esperando el metro cuando pasó el tipo de arriba a sanitizar el andén. Con su aparato va rociando gas por todos lados hasta la axila. Pienso en el gasto que hemos tenido que hacer en cosas de limpieza: algunos calculan que es como el 15% de tu salario entre limpiadores, cloro, cubrebocas, gel, caretas. Sé que unos tienen tapete sanitizante y otros (como yo) un atomizador para las suelas del zapato. Aún así, dejo los zapatos en la entrada de la casa.

El dinero y el tiempo: cada vez que llego de la calle me quito todo lo que traigo encima y se va directo al bote de la ropa sucia. Llaves, cartera y monedas, se van a una mesa especial de limpieza. Limpiar se convirtió en ritual.



3
La foto de arriba me encanta. La chica va pintándose los ojos con guantes, muy arregladita. Y me encanta porque es TODO LO QUE NO SE DEBE HACER ja ja ja ja. Los guantes no son mágicos, si agarras el tubo del metro y luego tu cara, seguro te enfermas. Desde el 18 de marzo yo no he agarrado ningún tubo o superficie del metro. Ya aprendí a balancearme de un lado a otro como malabarista de Pekín.



4
Un ejército de personas vestidas de verde han dado mantenimiento a la ciudad. Sobre todo, y esto me lo confirmó Santiago Arau, mujeres de más de 50 años que agarraron el trabajo de ser las que limpian, recogen la basura, podan el pasto, además de hombres que pintan. Estas personas se suben al metro de regreso a sus casas como a las 9 de la noche. Lo sé porque es habitual verlas.

Algunos parques no han tenido buen mantenimiento (digo, es comprensible) así que si cuando salgan los ven como el carrito de arriba (que está en la Roma), no se asombren. El símil que yo hago es como nosotros mismos que andamos todos greñudos sin ir al peluquero. Ya habrá tiempo de arreglarse.



5
Un día estábamos en el trabajo cuando nos avisaron:

- ¡Ahí vienen los anarkistaaaas!

Yo andaba comiendo ensalada de verduras cuando me asomé por la ventana y, en efecto, estaban los chicos con capuchas, aventando piedras y rayando paredes. Lo que más me causó admiración es que, según me enteré luego, es que protestaban por la muerte de George Floyd en Estados Unidos. Vimos como llegó un ejército de granaderos a corretearlos, nos quedamos unos minutos más ahí y seguimos con nuestro trabajo.

Ese mismo día me fui caminando por Reforma y vi que frente a la Embajada de Estados Unidos estaba todo pintado. Lo único que pensé fue "ora se van a enfermar los anarkistas, porque no traían ni cubrebocas". Y dicho y hecho, hubo un repunte 15 días después.

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