¿Por qué el meme de Bernie Sanders perdió la gracia?



Estoy leyendo el libro “El Cerebro Idiota” de Dean Burnett, que es un neurocientífico británico muy divertido (que es una cosa rarísima, pero es una excelente manera de divulgar ciencia). Tiene un capítulo dedicado al humor y me puse a pensar en porqué el meme de Bernie Sanders dejó de ser gracioso tan rápido.

Aprovechando que el jueves daré una clase de memes (sí, ajá), voy a aflojar mis ideas con un post.

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En primer lugar, Burnett expone que el humor no viene de una sola parte del cerebro. Varias regiones participan cuando soltamos una carcajada o cuando nos reímos con un chiste bien contado. Eso deriva a que todos tengamos un sentido del humor diferente, unos más negro, otros no se ríen o haya gente como yo, que nos reímos de cualquier babosada.

Por otro lado, hay que entender que entre todos los procesos cerebrales, el humor es dificilísimo de analizar. Expone que sería complicadísimo meter a una persona a un resonador magnético, en una plancha fría y rodeado de un imán gigante y contarle un buen chiste. Seguramente nadie se va a reir en esa situación.

Aunque la verdad a mí sí me daría gracia que me cuenten chistes adentro de un resonador, ja ja ja


¿Cómo determinar qué es lo que hace gracia o no? ¿Y cómo sería posible realizar experimentos una y otra vez, si no todos nos reimos de lo mismo?

Tendríamos entonces, que analizarlo desde otro punto de vista. Dice el libro que “la mayoría de las teorías ponen énfasis en el papel de las incongruencias y de las expectativas trastocadas”. El cerebro tiene modos de pensar y de organizar la información, pero cuando se los cambias deliberadamente no sabe cómo reaccionar. Ya que neutraliza la incongruencia, el cerebro dice “oooooh, ya lo entendí”, manda una sensación positiva y señalamos la aprobación por medio de la risa.

¿Esto está muy técnico? Veámoslo con un ejemplo:

El día de la toma de posesión de Joe Biden, Bernie Sanders apareció en cámara vestido especialmente para ese día frío. Abrigo, guantes, se sentó en una silla y ahí alguien tomó la foto que se hizo famosa:


Alguien tomó esa foto, y en vez de su abrigo le puso una colcha mexicana. La primera vez que lo vimos, nuestro cerebro dijo “oh, algo no está bien aquí, esa colcha es como la de mi abuelito, de hecho se sienta como mi abuelito, ah, ya entendí la incongruencia”. 



Ahí nació un meme. Y como estímulo positivo para reafirmar que entendimos eso, el cerebro manda una risa. Es como cuando hacen un juego de palabras y no lo cachas por primera vez: cuando el cerebro hace click, sueltas la carcajada.

El factor sorpresa fue determinante. Eso explica porqué un chiste no nos causa la misma gracia ya que lo oímos una y otra vez. Tal vez tuviste esa misma sorpresa cuando viste que le iban agregando elementos al meme:


Pero luego, el cerebro trabajó. Aprendió a esperar el resultado. Cuando la máquina mundial de hacer memes se puso en marcha, photoshopearon a la figura de Bernie Sanders en diferentes escenarios, una y otra vez. Las neuronas trabajaron y formaron recuerdos de los que debería pasar. Y perdió la gracia. Ponerlo en diferentes situaciones ya no era taaaaaaan divertido. ¿Cuándo pasó esto? Para algunos, a las pocas horas ya resultaba redundante. 

¡Échenle ganitas!

Es interesantísimo.

Pero me he puesto a pensar que hay otro factor que no se ha tomado en cuenta: las reacciones en redes sociales por medio del corazoncito en Twitter o de las emociones en Facebook. Son importantísimas. Lo explicaré.

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El humor y la risa tienen una función social. Dice Bennet que “alguna ventaja debe de tener para nosotros el hacer nuestro elevado estado de diversión de dominio público”. Somos más propensos a reinos en grupo, que en soledad (y a los que nos reímos solos frente a la computadora nos ven como locos, debo decir). Si alguien pone un meme en su muro de Facebook, da por sentado que le resulta divertido a él, y las reacciones que ponen los demás nos lo confirman ¿Tiene más caritas felices? Entonces es divertido para la mayoría ¿Tiene caritas tristes? Oh, entonces esto debe de ser grave. Las reacciones nos predisponen a reírnos, de la misma manera en la que ponemos el video de un standupero porque andamos en el “mood” divertido. Si es gracioso para muchos es porque está bien visto reírse.
 
¿24 caritas riéndose? ¡Entonces sí está divertido!

Eso es porque las interacciones con otras personas influyen en el funcionamiento de nuestro cerebro, aunque sean interacciones virtuales. ¿No les ha pasado que le quieren poner carita feliz a una publicación y dudan porque nadie le ha puesto una? A lo mejor a ustedes les está haciendo más gracia que a los demás. Pero así es el humor: diferente para todos.

Lo que queda claro es que analizar el humor de los memes es una cosa que los mata al mismo tiempo. Quien hace memes divertidos debe de tener la capacidad innata de saber cuales son los que van a ser chistosos. No hay fórmula para eso. Como dijo Leslie White: "Explicar la gracia de un chiste es como diseccionar una rana: terminas entendiéndolo, pero para entonces ya está muerto". ¡Hey, pero el meme del gato sigue siendo divertido!

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